Y así llevo
ya tres semanas. Tres semanas que se me están haciendo igual de largas que tres
meses allí, y es que entre que la vuelta no la he llevado precisamente bien y
estamos en plena ola de calor, lo único que quiero es que el verano se pase lo
más rápido posible y vuelva a mi antigua vida. Sí, habéis leído bien, mi
antigua vida. Y es que desde que volví de Irlanda, lo único que pienso es en
volver. Unas horas antes de volar a España, recuerdo que hablé con mi madre
irlandesa acerca de la posibilidad de volver como au pair a la misma casa en
septiembre, a lo que ella me respondió que era una gran idea, ya que ellos han
quedado contentísimos con mi trabajo y a los niños les encantaría tenerme en
casa otro año más. También me recordó que el próximo año sería el último que
querrían una aupair, ya que la niña tendría 12 años y al ser tan madura, podría
ocuparse ella sola del pequeño de 10. Lo último que ella me dijo fue: “bueno,
piénsatelo. Quizá cuando llegues a casa, te darás cuenta de que has echado de
menos a tu familia, amigos, tu pueblo y no querrás volver. O por el contrario,
te sentirás agobiada ante tanto cambio y querrás volver a Sligo”.
Definitivamente era lo segundo y lo sabía antes de dejar Irlanda.
Recuperarme
del viaje de vuelta y de las despedidas no ha sido muy rápido (de ahí que haya
tardado tres semanas en redactar en mi blog todo lo que pasó) y aun así, creo
que todavía no estoy recuperada del todo. Me pasé toooooodo el viaje de vuelta
llorando (y cuando digo todo el viaje, me refiero de Sligo a Valdepeñas). El
momento de dejar ese pequeño pueblo pintoresco que tantos buenos momentos me había
dado fue muy difícil, y eso, junto a la idea de que tenía que despedirme de mi
novio en el aeropuerto de
Dublín, hacía muy pero que muy duro mi viaje de
vuelta.
Siempre
recordaba aquellas parejas que se despedían en la puerta de seguridad del
aeropuerto. Ellas llorando; ellos consolándolas. Yo nunca había pasado por eso
(ya que cuando había viajado, o no tenía novio o cuando lo tuve, no me acompañó
al aeropuerto) pero sabía que esta vez yo iba a ser otra de esas chicas que,
kleenex en mano, se despedía de su otra mitad que se quedaba en otro país.
No fue
fácil. De hecho, fue igual de duro que cuando me despedí de mi familia en la
estación de tren un 30 de agosto de 2012. Esa sensación de no verles en un
largo periodo de tiempo, hacía que me replanteara la idea de irme a otro país.
Recuerdo estar en Barajas, esperando para embarcar y ver a niños pequeños que
me recordaban a mis sobrinos. No podía evitar emocionarme. Y es que sabía que
iba a ser duro verles sólo por Skype.
Y con él me
pasó igual. Me emociono al recordar ese momento: yo en la puerta de seguridad,
a punto de entrar; él en la entrada, diciéndome adiós con la mano. Hasta
entonces, se nos hacía raro decirnos adiós (de hecho lo hablábamos y era como
que no nos lo queríamos creer). Entonces me di cuenta de que era verdad,
que
nos separábamos como mínimo dos meses y que eso era así.
Recuerdo
estar en el avión justo antes de despegar y aun así, todavía no me lo podía creer. Nueve
meses habían pasado súper rápido y sobre todo, los últimos cuatro meses habían pasado volando. Fue en el momento del despegue cuando rompí a llorar - otra vez - y me di cuenta de
que era una realidad, que sí volvía a casa. Al llegar a Madrid, se me hacía super raro escuchar a
gente hablar español (y eso que en Sligo había un puñado de españoles) y con
mis dos maletas y mi portátil, me dirigí a la estación de autobuses.
Estaba tan
cansada que de Madrid a Valdepeñas iba sentada y totalmente zombie. La vuelta a
España era una realidad y tenía que verle el lado bueno de las cosas: pasaría
tiempo con mi familia, amigos, disfrutaría del sol, el calorcito, la piscina… pero
no. Si bien es cierto que acabé muy pero que muy harta de la lluvia y de la
humedad (sobre todo los tres últimos días) hoy daría lo que fuera por volver a
la vida que tenía allí.
Y como bien
digo mi hostmum, tengo la opción de volver, pero eso sí, tendría que pensarlo
detenidamente antes de tomar una decisión. Decisión tomada: en septiembre,
vuelvo a Irlanda.