lunes, 17 de junio de 2013

Una valdepeñera en Valdepeñas


Y así llevo ya tres semanas. Tres semanas que se me están haciendo igual de largas que tres meses allí, y es que entre que la vuelta no la he llevado precisamente bien y estamos en plena ola de calor, lo único que quiero es que el verano se pase lo más rápido posible y vuelva a mi antigua vida. Sí, habéis leído bien, mi antigua vida. Y es que desde que volví de Irlanda, lo único que pienso es en volver. Unas horas antes de volar a España, recuerdo que hablé con mi madre irlandesa acerca de la posibilidad de volver como au pair a la misma casa en septiembre, a lo que ella me respondió que era una gran idea, ya que ellos han quedado contentísimos con mi trabajo y a los niños les encantaría tenerme en casa otro año más. También me recordó que el próximo año sería el último que querrían una aupair, ya que la niña tendría 12 años y al ser tan madura, podría ocuparse ella sola del pequeño de 10. Lo último que ella me dijo fue: “bueno, piénsatelo. Quizá cuando llegues a casa, te darás cuenta de que has echado de menos a tu familia, amigos, tu pueblo y no querrás volver. O por el contrario, te sentirás agobiada ante tanto cambio y querrás volver a Sligo”. 
Definitivamente era lo segundo y lo sabía antes de dejar Irlanda.

Recuperarme del viaje de vuelta y de las despedidas no ha sido muy rápido (de ahí que haya tardado tres semanas en redactar en mi blog todo lo que pasó) y aun así, creo que todavía no estoy recuperada del todo. Me pasé toooooodo el viaje de vuelta llorando (y cuando digo todo el viaje, me refiero de Sligo a Valdepeñas). El momento de dejar ese pequeño pueblo pintoresco que tantos buenos momentos me había dado fue muy difícil, y eso, junto a la idea de que tenía que despedirme de mi novio en el aeropuerto de 
Dublín, hacía muy pero que muy duro mi viaje de vuelta.

Siempre recordaba aquellas parejas que se despedían en la puerta de seguridad del aeropuerto. Ellas llorando; ellos consolándolas. Yo nunca había pasado por eso (ya que cuando había viajado, o no tenía novio o cuando lo tuve, no me acompañó al aeropuerto) pero sabía que esta vez yo iba a ser otra de esas chicas que, kleenex en mano, se despedía de su otra mitad que se quedaba en otro país.
No fue fácil. De hecho, fue igual de duro que cuando me despedí de mi familia en la estación de tren un 30 de agosto de 2012. Esa sensación de no verles en un largo periodo de tiempo, hacía que me replanteara la idea de irme a otro país. Recuerdo estar en Barajas, esperando para embarcar y ver a niños pequeños que me recordaban a mis sobrinos. No podía evitar emocionarme. Y es que sabía que iba a ser duro verles sólo por Skype.

Y con él me pasó igual. Me emociono al recordar ese momento: yo en la puerta de seguridad, a punto de entrar; él en la entrada, diciéndome adiós con la mano. Hasta entonces, se nos hacía raro decirnos adiós (de hecho lo hablábamos y era como que no nos lo queríamos creer). Entonces me di cuenta de que era verdad, 
que nos separábamos como mínimo dos meses y que eso era así.

Recuerdo estar en el avión justo antes de despegar y aun así, todavía no me lo podía creer. Nueve meses habían pasado súper rápido y sobre todo, los últimos cuatro meses habían pasado volando. Fue en el momento del despegue cuando rompí a llorar - otra vez - y me di cuenta de que era una realidad, que sí volvía a casa. Al llegar a Madrid, se me hacía super raro escuchar a gente hablar español (y eso que en Sligo había un puñado de españoles) y con mis dos maletas y mi portátil, me dirigí a la estación de autobuses.

 Estaba tan cansada que de Madrid a Valdepeñas iba sentada y totalmente zombie. La vuelta a España era una realidad y tenía que verle el lado bueno de las cosas: pasaría tiempo con mi familia, amigos, disfrutaría del sol, el calorcito, la piscina… pero no. Si bien es cierto que acabé muy pero que muy harta de la lluvia y de la humedad (sobre todo los tres últimos días) hoy daría lo que fuera por volver a la vida que tenía allí.
Y como bien digo mi hostmum, tengo la opción de volver, pero eso sí, tendría que pensarlo detenidamente antes de tomar una decisión. Decisión tomada: en septiembre, vuelvo  a Irlanda.