miércoles, 10 de abril de 2013

¿De aquí a "Masterchef" o... a "pesadilla en la cocina"?


Casi seis años después de dejar la casa de mis padres y empezar a vivir en un piso de estudiantes, he empezado a cocinar. Empecé viviendo en un piso compartido con 18 años y sin tener ni idea de cocinar, ni siquiera sabía cocer pasta. Sobrevivía a base de los tuppers que mi madre metía en la maleta los domingos por la tarde antes de coger el bus AISA que me llevaba a Ciudad Real. Nunca olvidaré ese maletón el cual la mitad iba llena de tuppers, pastelitos, tortilla y embutido. Todo el mundo me decía: tienes que aprender a cocinar, ¡que nunca se sabe cuándo te puede hacer falta! A mi me daba igual, si total, cuando no tenía tuppers, cruzaba la calle e iba al supermercado a pillar unas pizzas o una lasagna. Así pasé los cinco años de universidad en Ciudad Real. ¿Suena triste, verdad?



Sin embargo las cosas empezaron a cambiar cuando decidí venir a Irlanda. Mi futura madre irlandesa me preguntó que si sabía cocinar y como es lógico, en una entrevista de trabajo hay que engordar un pelín el curriculum, ¿no? En mi caso lo engordé, pero bien. Le dije que sí sabía cocinar y además, ¡hacía unas tortillas españolas exquisitas!  Cuando mi madre escuchó “Spanish omellete” hizo una mueca de felicidad y me dijo: greeeeat!! Fantaaaaaaastic!! En ese momento lamenté haber dicho eso…

Entonces llegó el momento. Había que aprender a cocinar (al fin y al cabo ya tenía 23 años, así que ya tocaba). Le pedí a mi madre que me enseñara las cosas más básicas: huevo frito, tortilla, huevos revueltos… Tras pasar el verano experimentando era el momento. Ya estaba lista para irme!!



Nunca olvidaré mi primera experiencia con la cocina cuando llegué aquí. Tuve que hacer cositas básicas: un poquito de pasta, verduras, un huevo frito.. blablablá. Sin embargo, unos días después, mi pequeña irlandesa me pidió que la ayudara a hacer cupcakes. Lo primero que me preguntó fue: ¿has hecho cupcakes alguna vez? Entonces fue cuando me di cuenta de que había aprendido a hacer cosas en la cocina pero que no había llegado a hacer postres. Así que sí amigos, como os podeis imaginar, fui YO la que hizo de pinche de cocina mientras que la niña actuó de cocinera con 10 años. Deprimente. 



Sin embargo, tras unos meses aquí, me he dado cuenta de que me gusta cocinar y de que no lo hago tan mal.
Un día, un amigo de los niños se quedó en casa a comer y preparé pollo empanado al horno, algo que mis pequeños adoran y que a partir de ese momento, al amigo también le gustó. Unos días después su madre se pasó por casa. Lo primero que me dijo fue: que sepas que el otro día intenté hacer el pollo que tú haces y, sabes que me dijo mi hijo? El que hace Bea está más rico. Imaginaos mi cara de confusión y felicidad a la vez. ¿Me estaban diciendo que cocinaba bien? Y lo que es mejor, con lo delicados que suelen ser a veces los niños, ¿les gustaba mi forma de cocinar? A partir de ese momento empecé a experimentar, tanto en las comidas como en los postres. Empecé a hacer cupcakes, cookies, etc. He aquí algunas fotos de mis ‘delicias’:




Sí amigos, ahora soy la que hace galletas y se las lleva en un tupper cuando hacemos algún viaje. ¿Quién me lo iba a decir? :)

Sin embargo, hay algo que todavía no me he atrevido a decir pero que es necesario contarlo. ¿Y por qué? porque ya es hora de desenmascarar esa mentira que vivimos todos los que estamos fuera de españa no queremos reconocer: el que estemos en el extranjero no significa que sepamos hacer una buena tortilla de patata. ¡¡Basta ya!! Tenemos que reconocer que nuestra tortilla puede estar un poco sosa, salada, poco hecha o muy hecha, destrozada... pero siempre tendremos a nuestro lado a ese extranjero (no, espera, que aquí soy yo la extranjera) a ese no español que, en cuanto ve una tortilla en un plato, los ojos le hacen chiribitas y busca corriendo un cuchillo para hincarlo y cortar una tajada. 
Eso sí señores, un no español siempre verá tu tortilla como la tortilla perfecta a pesar de no serlo. Y hablo por experiencia propia. Un día hice una en la que olvidé poner sal. Cuando mis padres irlandeses la vieron, cortaron una tajada y con la boca llena, me repetían lo buena que estaba. Yo sin probarla y sin ganas de hacerlo, sabía que esa tortilla NO podía estar buena, pero aun así, me armé de valor y la probé. Efectivamente, era la peor tortilla que había probado en la vida. Aun así, al día siguiente, ya no había tortilla. Simplemente les había encantado! 
Conclusión: por muy mala que te salga una tortilla, ellos no notarán la diferencia. ¡No tienen referencias previas para comparar una buena tortilla de la penuria que te ha salido a ti xDDD



En fin, a pesar de todo, me quedo con que durante mi estancia en Irlanda he descubierto que me gusta el mundo de la cocina y ¡quien sabe! ¡A lo mejor termino montando un restaurante de comida española en Sligo! jajajajaja

¿Y lo monísimo que quedaría un restaurante así cerquita del Río Garavogue? :)

Buenas noches :)
























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